Antoni Tàpies. Certezas sentidas

Esta exposición es una ampliación de la que se presentó, con el mismo nombre, en la Fundación Antoni Tàpies varios meses después de su inauguración en 1991. En aquella ocasión se reunieron diecinueve obras y ahora se suman obras no incluidas en la edición anterior, y una serie de esculturas de bronce y de tierra chamoteada del mismo período. Uno de los aspectos más interesantes de "Certezas sentidas" es el material que utilizó Tàpies para plasmar su repertorio habitual de imágenes: cruces, gafas, autorretratos, el cuerpo, el cráneo y los huesos, sillas, paisajes, letras y cifras. El artista catalán se sirvió de los materiales textiles sintéticos que utilizaba para cubrir y proteger el suelo de su estudio. Tàpies los pisaba y trabajaba encima (tanto en el estudio de Campins como en el de Barcelona) y, por tanto, tenían salpicaduras de pintura, manchas y huellas; otros, en cambio, aún estaban por estrenar. Se trata de textiles de distintas clases y calidad (plástico, cuero sintético, algodón y poliéster); en algunas ocasiones pintó en el reverso, y en otras en el anverso.

Un cierto pesimismo

En estas obras predomina cierta tristeza, cierto pesimismo. Tàpies en esa época vivía un período en el que hacía referencias constantes a la muerte y al dolor físico que lleva implícita la vida. Sin embargo, no es una alusión al dolor para victimizarse, sino para tomar conciencia de su existencia y encontrar maneras de convivir con él. Estas reflexiones se relacionan con la filosofía budista, que considera que el dolor es una parte integral del hecho de vivir. Por ello, el budismo invita a llevar a cabo un proceso de introspección que permita establecer el origen del dolor para poder eliminar sus causas. En su obra, Tàpies se hizo eco de estas enseñanzas, sobre todo a partir de la década de 1980 y a lo largo de las de 1990 y 2000, período en que se enmarca el conjunto de obras que se reúnen en esta exposición.